Que los días son menos calurosos es un hecho, pero el sol sigue teniendo ese matiz de finales de verano, cálido y sutil, con el que te dan ganas de agarrar una bicicleta y perderte lejos con ese alguien, fantaseando con la banda sonora que le pondrías a tan mágico momento. Y aunque nos va tocando ya pensar en lo del cambio de armario, confieso que aún me cuesta desprenderme de las blusas caladas, las sandalias de abuela y los toques de color en mis looks, que pronto se llenarán de negros, grises y, con un poco de suerte, burdeos.
Supongo que era inevitable que este año, por muchas circunstancias, la vuelta de las vacaciones y el comienzo del otoño se me antojen tan cuesta arriba, pero me he propuesto a mi misma plantarle cara a cualquier desafío sin venirme abajo, con todas las ganas y la mayor de mis sonrisas. Al fin y al cabo la vida esta llena de etapas, mejores y peores, pero de las que aprendemos siempre.
¿No?
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