Tenía unas ganas infinitas de visitar México, en serio. Y es que después de que se convirtiese en nuestra Luna de Miel truncada por el dichoso virus de la Gripe A, la Riviera Maya se quedó clavada como una espina en nuestro corazoncito, en el mío y en el de Jose, al que arrastré por la bella Italia cambiando 10 días de playa y relax por más de una semana en un ir y venir de tumbas, iglesias y mucha, mucha pizza (que tampoco está mal, ¿verdad?).
El asunto es que éste era un destino que teníamos pendiente y que, ahora que Alex es mayor para soportar las soporíferas 11 horas de avión que nos separan, hemos disfrutado como tres enanos.
Así, os traigo el primer post de mis vacaciones en el Paraíso Maya, con un bikini que, lo puedo decir más alto pero no más claro: A-DO-RO.
Jajajaja.
Espero, como siempre, que os guste tanto como a mí. Ahora toca volver a la rutina e intentar bajar en tiempo récord los casi dos kilos que he traído conmigo gracias a mis amigas las quesadillas (y los nachos, los tacos, el guacamole... pffff).
Pero oye, que me han sabido a gloria, ¿eh?
¡Muy feliz semana, mis amores!
El asunto es que éste era un destino que teníamos pendiente y que, ahora que Alex es mayor para soportar las soporíferas 11 horas de avión que nos separan, hemos disfrutado como tres enanos.
Así, os traigo el primer post de mis vacaciones en el Paraíso Maya, con un bikini que, lo puedo decir más alto pero no más claro: A-DO-RO.
Jajajaja.
Espero, como siempre, que os guste tanto como a mí. Ahora toca volver a la rutina e intentar bajar en tiempo récord los casi dos kilos que he traído conmigo gracias a mis amigas las quesadillas (y los nachos, los tacos, el guacamole... pffff).
Pero oye, que me han sabido a gloria, ¿eh?
¡Muy feliz semana, mis amores!
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